EL MISTERIO DE LO ARCAICO EN OBRAS DE IGNACIO VERA PONCE

(Diálogo de Mario Herrera con estudiantes de pintura en el Centro Cultural Universitario de la U.A. de C.) 

ESTUDIANTES: A todos nos ha sorprendido por su calidad la obra interdisciplinaria “La Gran Vía”, del artista zacatecano Ignacio Vera Ponce, ¿Cómo podríamos ubicarla a nivel histórico-crítico?.

MARIO HERRERA: Se trata de una manifestación del “texturalismo”, esto es, un mensaje que se apoya básicamente en la calidades y estructuras de los materiales, así como en el modo en que el artista los ha usado para hablarnos del pasado remoto de las tribus nómadas, en las regiones norteñas semi-desérticas. Vera Ponce ha logrado movilizar experiencias muy concretas de ese texturalismo para brindarnos ese mensaje básico: “El misterio de lo arcaico de nuestras tribus precolombinas originarias”.

Obviamente, estoy hablando de lo que yo llamaría “la vivencia del pasado”. Todos los que hemos tenido noción, aunque sea ligera e indirecta con la arqueología, es decir, con los vestigios del pasado, sabemos lo que esto significa: una experiencia maravillosa en la que el misterio de las edades remotas nos abruma y nos sobrecoge, porque nos proyecta hacia las grandes incógnitas de nuestra vida colectiva, nos remite a ese drama de las tribus norteñas que antes de asentarse de forma permanente en un sitio determinado, recorrieron en forma nómada, por orden de sus dioses tribales, nuestro desiertos.

Es preciso tener en cuenta una circunstancia básica en la obra de este zacatecano: no ha utilizado para ello materiales arqueológicos, sino que le ha brindado la tecnología actual: el aguafuerte, el papel hecho a mano, la xilografía, la huecoxilogarfía , la yesografía, el ensamblaje, el grabado, etc. O sea que, a través de recursos actuales, ha logrado dar vida a un mensaje capaz de producirnos una vivencia del pasado remoto, y es precisamente esto lo que considero la parte más valiosa de su labor texturalista.

ESTUDIANTES: Aparte de ello, también encontramos en sus obras el empleo de signos icónicos, trazos, relieves, figuras, huellas, grafismos que son propios de las tribus prehistóricas. Y además, materiales que aquéllas elaboran con fines utilitarios, como textiles propios de la región zacatecana. Consideramos que todo esto enriquece su mensaje arcaizante en forma decisiva.

MARIO HERRERA: Excelente observación la de ustedes, y que refuerza mis afirmaciones: Vera Ponce usa no sólo el texturalismo de la materia bruta, si no el de los objetos elaborados que daban forma a sus más elementales tendencias utilitarias, estéticas y de comunicación gráfica. Todo ello forma una especie de sinfonía visual, en la que la experiencia táctil toma enorme primacía en su propósito de remitirnos al misterio del pasado.

ESTUDIANTES: Además del mensaje de las texturas, del cual usted ya nos habló, encontramos en los cuadros de Vera Ponce claves básicas en materia de composición, es decir, de la distribución de los objetos y signos en el espacio del lienzo. ¿Qué nos puede usted decir sobre los principios que rigen en el área de lo compositivo?

MARIO HERRERA: Yo descubro dos principios capitales, a saber:

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Obviamente, aquí la función museográfica ha desempeñado un papel fundamental en el mensaje y no dudo que el propio pintor ha ordenado ponderadamente la distribución de las piezas en las salas de exposición.

ESTUDIANTES: ¿Qué lugar ocupa la obra de Ignacio Vera Ponce en el arte mexicano actual?

MARIO HERRERA: Su obra marcha conforme a una antigua tradición, porque lo que ahora llamamos “texturalismo” aparece en forma muy definida en el arte pre-colombino en el que las calidades y estructuras de la materia bruta tuvieron una función básica, como puede verse no sólo en el arte “mayor”, sino en las artesanías en sus formas ancestrales: cerámica, textiles, enseres de barro cocido, ornamentos, rituales de plumas de aves y de caracoles marinos y fluviales, etcétera.

El arte de Vera Ponce rescata esta antigua sensibilidad del mexicano por las cualidades de los materiales, poniéndolo al servicio de un mensaje que nos remite a nuestras raíces atávicas. Y lo más notable es que, al usar materiales propios de nuestra época tecnológica se adentra (y nos adentra) en nuestro pasado más remoto. Esto pone de manifiesto que este zacatecano que ahora nos visita está haciendo una obra perdurable, sólida y muy mexicana.

Diario “Palabra”, 20 de junio de 1999. Saltillo, Coahuila.