La mayor conciencia de la acción gráfica:
El frottage arquitectónicoMónica Romo Rangel
La producción y emisión de obras de arte
en todos los medios que tengo a la mano,
para acercarme lo más que pueda, al
entendimiento de la vida contemporánea.
Marcos Kurtycz
El arte de construir nunca ha estado en reposo y construir a través de lo edificado significa prolongar historias que transcurren a un mismo tiempo. Recordar las acciones que consiguieron determinado resultado es otorgarle una perspectiva arqueológica al recuerdo.
Walter Benjamin escribía que la historia de construir es muy antigua y primordial para cualquier intento de explicar la relación de las masas con la obra de arte. En este caso la arquitectura encierra una actividad gráfica a la que se debe su quehacer constante y presente, además de su integración a una sociedad a la cual responde y sirve.
El otro lado de la moneda se relaciona con la experiencia del espacio intervenido y la deconstrucción del mismo, como sería el caso del artista Gordon Matta-Clark con su trabajo Anarquitectónicos, un rechazo a la arquitectura moderna y sus edificios objeto ante la especulación inmobiliaria.
En este sentido la faena ejercida para darle forma a proyectos como el de Matta-Clark tiene que ver con el desplazamiento del contexto de los diferentes lugares en los que trabaja. A la vez que se convierten en acciones performáticas.
Reproducir un objeto en sus cualidades visuales permite organizar e investigar; diferencias entre la esencia y apariencia de un objeto arquitectónico. El trabajo que ha desarrollado Ignacio Vera Ponce en la serie de piezas que conforman Grafitectura, describen ese edificar de espacio y tiempo, esa integración entre los protagonistas al desarrollar ambientes monumentales como el ex templo de San Agustín y el ex convento de San Francisco en la capital zacatecana, sitios del que se desprende literalmente la obra. Grafitectura es un desafío físico.
Los dibujos en altorrelieves, la estructura de ornato; la apertura del material en el que se graban las líneas, se corresponden con la simetría de los arcos y columnas.
El recorte tajante obtiene su tensión a la hora de componer en el plano.
El estudio de los proyectos de Matta-Clark no sin cierta dosis de admiración al trabajo creativo y de altos vuelos, teje puentes que en su momento no pasan desapercibidos para el artista zacatecano Vera Ponce; la reducción de espacios vitales en contenedores en el caso de Matta-Clark, en los que la escultura obtenida de sus Cuttings exhiben áreas nunca vistas y paisajes urbanos inconfesables; Vera Ponce reduce el espacio arquitectónico seccionado a un plano y lo transforma en gráfica monumental; lo inventa cuando realiza una combinatoria de lugares y lo transpola en un mismo instante. En el primero, la deconstrucción de la arquitectura existente se manifiesta en escultura a través de martillar, aserrar, romper. En el segundo, la deconstrucción se manifiesta en el plano gráfico: frottage, uniones de tela; impresión con un elote fresco (dependiendo del entintado y la presión corporal se logra el negro profundo; con los granos también se obtiene cierta textura y tonos de grises).
Finalmente el desplazamiento de sitio a tan sólo unos metros del origen o bien, sobreponiendo la obra a la “matriz estructural del ex templo,” enmarca el conjunto.
El sustrato impreso en metros de tela retoma la geometría del volumen en formas gráficas; la abstracción consigna el registro interior de edificaciones que en cierto periodo fungieron como destinatarios de la fe, de sitios urbanos que curiosamente ya no existen y se mantiene el registro, la huella de su disposición.
Al igual que Matta-Clark que desarrolla desde dentro para examinar por fuera, Vera Ponce recurre al interior para ser reinventado y dar una segunda secuencia a los signos, símbolos y acervos. La Petroteca ubicada en la sala de la Viga de San Agustín exhibe una serie de fragmentos que alguna vez constituyeron una magna fachada que establece relaciones directas con la iconografía cristiana. Se aprecia de forma sutil la síntesis de lesiones y heridas de la escultura en cantera, cuyos “cortes” que efectuó el medio ambiente, las circunstancias históricas y el paso de los años, son plasmadas cual radiografía en el lienzo a través del frottage.
Los procedimientos inventados por Marx Ernst como el de frotación, el collage y la oscilación (que consiste en balancear un cucurucho de pintura líquida
sobre una tela extendida en el piso) hace más directo el encuentro de la imaginación con los materiales. Para él la creación artística y la adivinación fueron como sinónimos. La oscilación por
ejemplo fue un hallazgo vital para los expresionistas abstractos. En Grafitecturas el frottage requiere del esfuerzo corporal y de la acción para recorrer los tramos elevados en igual
extensión pero en el suelo.
Así se conservan Vírgenes decapitadas, Santos sin extremidades, orlas, flores, racimos, hojas como en la pieza titulada Transfiguraciones; se reconoce su vulnerabilidad y la condición mortal que les dio esa estática vida. Pedazos de cantera, cual veta rosácea que forman parte de un fondo abstracto repleto de sustancia. Ondas bautismales, obra de seis metros de largo por uno ochenta de de ancho que corresponde a una pila bautismal del siglo XVIII con su exquisito acabado barroco, comunica el espíritu de una época, pero al ser retomado por la acción del grabador, nos viene a la memoria la escultura social. Tal vez Joseph Beuys dentro de sus proyectos lo que le interesaba era implicar el trabajo colectivo y la solidaridad de la gente como materiales con los que construía obras, además de desarrollar eventos in situ. Ignacio Vera Ponce reconoce los objetos como parte de esa escultura social pero hace una extracción de ese trabajo colectivo (de construcción y preservación) y lo deposita gráficamente en el plano suscitando otra lectura de esa tarea donde intervinieron manos anónimas. Esa labor sumada a la arquitectura y oficio artesanal, el autor lo utiliza a manera de plancha o matriz para imprimir en el instante y donde será expuesta.
Las acciones gráficas que reconstruyen tiempo y espacio, codifican la luz, las sombras en un plano; se convierten en memoria, en pensamiento, movimiento (como un acto de magia) y de esta manera modifican períodos para retrasmitirlos a un instante real y trascender. De hecho nos podemos ajustar a la determinación de San Agustín: “el tiempo no existe y es sólo una propiedad específica del universo,” en el tema de Grafitectura.
Le Corbusier señaló alguna vez que la arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz, esa recreación de sombras en el ex templo, dan un paso a la conciencia. Se acepta la sombra, no se lucha contra ella, es conveniente conocerla e integrarla a la conciencia, de manera que el ser humano pueda así alcanzar su máxima potencialidad, es decir: “uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciencia de la oscuridad.” Grafitectura pretende en ciertas obras como el Arca, capturar las sombras y la entrada de luz como si fuera el inconsciente, producto de todo aquello que rechazamos desde el yo consciente; lo más pasional, el dolor, el miedo, la enfermedad y la muerte.
En el caso de la obra Vasos comunicantes de ciento diez metros cuadrados, es el resultado de un pensamiento que se rige por asociación, es decir, alguna sugerencia acontece en la mente del artista en relación con la arquitectura y con los mismos materiales, lo que le permite mediante el frottage captar aquello que en otra zona llame su atención. Así lo expresó en cierto momento Rodin cuando se refería a que los materiales “piden” hablar como si hubiera una forma por obtener; era “liberar” el alma de la piedra, es decir: la imaginación contenida emerge y es descubierta por el autor. Para Vasos comunicantes Vera Ponce imprime en el jardín del museo Rafael Coronel, en el ex Convento de San Francisco y en San Agustín esas asociaciones creativas que provocan reflexión y una posibilidad de entendimiento diverso.
Duchamp lo aplicó de manera sublime; el Conde de Lautréamont en Los cantos de Maldoror escribió sobre esos encuentros fortuitos entre el día y la noche, el sueño y la realidad; “entre la mesa de disección y el paraguas.” Lo que en apariencia parece irreconciliable. Duchamp escribía que el artista piensa haciendo, como una noción de que el producto de dicho encuentro estaba ahí de ante mano a manera de revelación.
Joseph Beuys sostuvo que inspiración o intuición no son cosas nebulosas sino formas superiores de conocimientos y pensamiento, una energía.
De ese modo la única pintura que se ubica en uno de los laterales del ex templo tiene un seguimiento a manera de síntesis en la obra Triple espacio: la continuidad en lo bidimensional por medio del trazo que completa la circunferencia a manera de un reflejo oscuro. Un espejo levitando en lo horizontal y mirando al suelo, separando el soporte de la narrativa pictórica al concretarse exclusivamente al objeto…como dos espejos frente a frente que se envían imágenes contrarias.
El artista posmoderno utiliza imágenes ya existentes, las expropia; no descubre ni revitaliza estilos históricos, analiza y cambia de contexto una realidad que es explorada de muchas formas.
El elote, el producto agrícola más importante del país y regalo de los Dioses según indígenas precolombinos. El maíz que representa al hombre en el interior de las cosas, su fuerza y su virtud; un objeto espiritual para llevar a cabo la alquimia de los poderes invisibles a los visibles. Rudolf Steiner refiere el respeto por la propia voz de los objetos, en donde el hombre tiene que dejar que ellos le hablen porque parte de su esencia la comunican voluntariamente; el artista no necesita más que escuchar. La mazorca, rodillo sensual y refinado, inmerso en el proceso de impresión del relieve, al terminar el desgaste del grano, el transformado olote es el cilindro duro que completa el trabajo por sus características orgánicas. Técnicamente el elote marca una diferencia radical en la manera de plasmar la imagen; logra cierta alteración del original y le brinda una textura singular. La impresión de Ondas bautismales es un ejemplo claro de la labor realizada con el olote; y sólo ciertas áreas fueron impresas con la presión del elote fresco.
Las piezas de menores dimensiones como lo son las circunferencias de Fuga y las que se ubican en los tres nichos del templo, tienen como característica la sombra como resolución general de lo perpetuado: el negro en los ventanales, los tragaluces texturados; una especie de escotilla-rosetón emulando el laberinto; un trébol que revierten el contraste. Una reinterpretación y fusión que se acopla en las marcos que estaban vacíos y que ahora con la idea de trayecto conforman las nuevas metáforas de la búsqueda. Los territorios exteriores tienen cabida cerca de las bóvedas, de su soledad y vacío como en el caso de la pieza titulada Desprendimiento y jugar a la asociación libre y mínima, no en cuanto a la limitación de la superficie, sino la ilusión de una geografía recortada que sirve de paisaje de fondo. Esa interconexión de sitios públicos específicos y discontinuos, incluso hasta marginales y secretos acentúa ese carácter experimental de la exposición. El simple hecho de levantar el andamio para confrontar el espacio donde habita la matriz y hacerle frente al deterioro de muros, arcos y decoraciones, recurren a la línea pura y el contraste de la desnudez de la tela para confeccionar mapas ficticios, fronteras de un camino real; inclusive con su división política que parte precisamente de lo urbano y lo construido, cuya confección, paradójicamente fue gracias a un producto cultivado en la tierra. Uno de los hilos conductores es cierto minimalismo que enlaza la percepción del mundo actual y su legado. Volvemos a contacto azaroso y natural que se ha formado gracias al tiempo humano.
De las estampas que fueron testigos de la roca esta Piel del tiempo e Integración a manera de grandes estandartes que manifiestan su disposición por el orden y el caos, ambas en esa tónica de contrarios. Espontáneas declaraciones del entorno establecen su perfil abstracto y semifigurativo, dejando constancia de esa práctica escultórica y a la vez de acumulación erosionada; el silencio notable de la cantera. La hibridación técnica es orgánica, no exenta de cierto virtuosismo, es lo que reconstruye a ambas piezas, que al igual que el resto, presentan un conjunto de innegable factura si sopesamos las características de cada una: la fusión y uso de símbolos, la alusión al aspecto regional; la función gráfica del objeto; las diversas zonas públicas de donde se seleccionaron las partes a calcar.
Este escenario marcado veladamente por el elote como presencia intangible es el rasgo común que marca sin duda toda la muestra. El artista desde hace tiempo ha venido imprimiendo literalmente con este producto alimenticio: con sus hojas, utilizando color, a manera de plantillas, pero hasta Grafitectura ha adquirido estas dimensiones que es donde su trazo conforma una fuerte presencia.
Entre lo efímero y lo durable, lo que permanece; los reflejos de pliegues, arrugas, huellas; madera, metales y concreto, Vera Ponce no cuestiona la fisionomía del espacio arquitectónico sólo lo reconstruye; el paisaje callejero se concreta a unos cuantos elementos que han sido capturados para retomar el discurso de un determinado interior.
El artista adquiere una mayor conciencia del hecho gráfico, de las emociones manifiestas en la instalación, traducidas en acciones corporales. Significa que tomó el riesgo para elegir el método de trabajo adecuado, novedoso, que facilitaría la comunicación e interés del artista en fabricar estructuras idóneas en pos del diálogo con el público, en otro sitio fuera de los ya conocidos para leer la propuesta. Se sirvió de estrategias para la actividad en colectivo, al desplegar a sus jóvenes ayudantes dentro de la organización. El empeño puesto ante la rudeza del proyecto, de armar y desarmar andamios, de cargar metros y metros de tela.
Otro personaje importante en esta empresa artística fue el sastre, cosiendo tramo tras tramo el mar interminable de lona, en un performance que parecía permanente; que concurría al compás de los pedales.
Con una apariencia extraña, cual buzo con su mascarilla de oxígeno y su máquina de coser musical; en total entrega a cada paso del hilo, una y otra vez para lograr la unión y tensado del paño, que al ser terminado queda listo para desplegarse en las alturas.
Ese instrumento que maquiló tanto para armar cada “laja” de tela, fue trasladado San Francisco debido a las actividades que se llevaban a cabo en el otro espacio ya mencionado. Así nació Vasos comunicantes.
Esa reciprocidad gráfica de inorgánico a orgánico y viceversa construye Grafitectura, dibujan la existencia de: Visionario uno y Visionario
dos, de Tiempos encontrados y Conductores, dentro de las quince piezas que componen esta serie y los aproximadamente mil elotes consumidos al máximo ritmo
corporal.